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BaloncestoEl Madrid vuelve a reinar en Europa
Redacción (NJ) (May 18, 2015) Baloncesto
El Rey de Europa ha vuelto. Después de dos décadas de sequía, plenas de lágrimas y de fracasos, el Real Madrid es de nuevo el mejor equipo del continente. Campeón de Europa con un baloncesto alegre que ha encandilado a los aficionados durante cuatro años y que este domingo, ante el Olympiacos, encontró al fin el premio merecido que llevaba varias temporadas buscando.

La novena Copa de Europa ya está en casa, en el lugar que más veces ha visitado a lo largo de su historia, y lucirá a partir de ahora como nuevo pedazo de la historia gloriosa del club más laureado del continente.

En la esencia del Real Madrid siempre han estado presentes el éxito y la victoria, pero también la capacidad de levantarse y de aprender de las derrotas. Espíritu competitivo gracias al cual ha forjado buena parte de sus triunfos y que volvió a exhibir ante el Olympiacos para coronarse campeón de Europa. Este Real Madrid de Pablo Laso es un fiel reflejo de esa filosofía blanca, con tropiezos amargos que podrían haber hundido a cualquiera y que en su caso actuaron de acicate para seguir persiguiendo un sueño. El de devolver la Copa de Europa a Madrid, bajo cuyo cielo se alzó ayer la novena ante el mismo rival que hace dos años aplazó ese título con una exhibición de Spanoulis.

El base griego era la principal preocupación de los blancos para la final. Las miradas del Palacio estaban centradas en él, conscientes del peligro que puede llegar a generar. Había tanto celo con frenarle, que fue uno de sus compañeros el que asumió la responsabilidad para sacar a relucir los nervios blancos del primer cuarto. Lojeski, un hombre al que si uno no conociera y se lo encontrara por la calle nunca pensaría que es jugador de baloncesto, puso patas arriba la final. Diez puntos sin fallo del desgarbado escolta americano pusieron al Olympiacos con una ventaja suficiente para que Laso llamara a filas a los suyos (15-21, min. 11).

El plan para frenar a Spanoulis funcionaba, pero no lo hacía la defensa interior blanca –lastrada por la ausencia de Ayón, con problemas de faltas– y tampoco un ataque demasiado espeso. La entrada en juego de Sergio Rodríguez y Nocioni cambió la cara al equipo. El argentino volvió a echarse al equipo a la espalda, convirtiéndose en un gigante en la zona. Un coloso bajo el aro contra el que chocaban una y otra vez las torres griegas.

La intensidad del «Chapu» contagió a todo el equipo y la maquinaria comenzó a funcionar. Es cierto que cada canasta era una batalla, pero eso era algo que se presuponía antes de la final. En esa guerra de guerrillas en la que se transformó el choque, el Real Madrid encontró en su banquillo – de donde llegaron 18 de los 20 puntos del segundo período– su mejor aliado ofensivo. Además de Nocioni, Maciulis emergió como elemento distorsionador del encuentro. Acostumbrado a los segundos planos, el lituano ejerció de estrella con nueve puntos antes del descanso que animaron el marcador y le dieron las primeras ventajas al Real Madrid.

Aunque mandaban los blancos (35-28, min. 20), el encuentro caminaba por los derroteros que había diseñado Sfairopoulos. Distancias cortas y mucho contacto, esperando que los nervios y la presión le pasaran factura al Madrid en el último cuarto. A pesar del arreón inicial tras el descanso, que puso once arriba a los blancos (40-29, min. 24), el Olympiacos no se vino abajo. Si hay algo que caracteriza a los griegos es su espíritu indomable, capaz de creer cuando las cosas se ponen más cuesta arriba. Es ahí donde emerge su mejor versión. Así, un parcial de 12-0 liderado por Printezis volvió a equilibrar el encuentro (40-41) y exigió un esfuerzo de madurez más al Real Madrid.

Tomó la responsabilidad Jaycee Carroll, uno de esos jugadores que se merecen cada episodio feliz que le ocurre sobre una cancha de baloncesto. Elegido por Laso para frenar a Spanoulis, el madridista se olvidó en la segunda parte del griego y se centró en el aro, fundamental con tres triples consecutivos que frenaron la sangría helena y pusieron al Real Madrid en la senda del título (53-44, min. 29).

Nocioni alargó la diferencia hasta los diez nada más comenzar el último cuarto, poniendo de nuevo a prueba la resistencia y del Olympiacos. Sloukas, para entonces ya el mejor jugador griego, permitió a su equipo llegar con opciones a los minutos finales. El escenario favorito para un Spanoulis desaparecido hasta entonces (62-55, min. 35). El griego se apuntó a la fiesta, pero no era su día. El destino tenía la gloria guardada para el Real Madrid, que engulló cada segundo camino del final como si fuera el último. Un ejercicio de solidaridad colectiva y fe. Un último esfuerzo hacia la eternidad. Esa que llevaba persiguiendo veinte años y que ayer, de nuevo, volvió a instalarse en la historia del club blanco.

  
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