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Orientación FamiliarEl problema de los suspensos. Recuperación y Repaso de asignaturas.
Luis Albás Mínguez (Oct 15, 2013) Orientación Familiar
Existe un alto porcentaje de fracaso escolar. Abundar sobre ello, aportando datos o resaltando las diferentes opiniones y explicaciones que se dan en los ámbitos de la Administración, el entorno escolar, los medios de comunicación, las familias, etc. pudiera ser interesante, evidentemente, pero lo que preocupa y ocupa a las familias hoy son las soluciones para un hijo o una hija; para cada caso concreto.

Buscar y encontrar soluciones a los problemas en los estudios de los hijos, si se es realista y operativo, corresponde a las familias, Por ello, la responsabilidad de los padres les llevará a querer conocer para, después, considerar los medios más adecuados con los que pueden contar. No es prudente esperar recibir de nadie aquello que, entre otras cosas, no se está capacitado para dar: la ayuda que precisa cada hijo o hija.

El criterio básico que guía la acción educativa de los padres no debe ser otro que educarles para que actúen con libertad y responsabilidad personal. Así, para ayudar a la persona concreta, es necesario conocerle bien si pretendemos diseñar el proceso intelectual individualizado que necesariamente ha de seguir para lograr los objetivos deseados: aprender y aprender para, como mínimo, aprobar. Aunque también se tendrá presente la necesidad de exigirle, por su responsabilidad personal, que dé de sí todo lo que puede dar.

Para aprender la primera condición es querer saber. Y, para saber necesita estudiar que, en síntesis, significa pensar (no sólo memorizar). Ahora bien, hay que saber dirigir ese pensamiento. Pensar debe hacerse con orden, con método, utilizando todas las capacidades intelectuales a las que el alumno puede y debe recurrir cuando estudia.

Así mismo, por ser realistas, se ha señalado de modo especial la necesidad de que la educación sea, básicamente, una educación en valores. En primer lugar, educar en libertad y responsabilidad personal y, para que el estudiante sea verdaderamente libre y responsable, necesita adquirir aquellos hábitos que lo hacen posible (obediencia, sinceridad, orden, fortaleza, optimismo, sobriedad, laboriosidad, prudencia, amistad, etc.)

La consideración de que estudiar es realizar un auténtico trabajo, un trabajo intelectual, con las características inherentes a todo trabajo humano: esfuerzo, responsabilidad personal, desarrollo de capacidades humanas e intelectuales, con iniciativa y creatividad, bien hecho, como servicio a los demás, etc. garantiza la visión más realista del concepto de educación. Es una preparación práctica para el futuro trabajo profesional que va a realizar con posterioridad. No entenderlo así es rebajar las exigencias que demanda una educación de calidad. Es pactar con la mediocridad.

Y, al referimos a dicho trabajo intelectual, estudiar, habrá que tener en cuenta las técnicas de estudio más adecuadas para estudiar bien y que nacen, no de una idea propia, sino del análisis del mismo proceso de aprendizaje. Aprender no es otra cosa que un auténtico y verdadero acto de comunicación (se recibe una información, hay que comprenderla para, a continuación, expresarla) En consecuencia, leer, escuchar, identificar, relacionar, analizar, sintetizar, abstraer, memorizar, imaginar, crear, expresar… son funciones mentales que, por ser necesarias para un correcto aprendizaje de los contenidos, adquieren pleno valor y sentido. De este modo, estudiando bien, dichas capacidades se desarrollan. Un estudio hecho con intencionalidad de aprender hace crecer en los valores que configuran una personalidad fuerte, amable y atractiva, que empuje y sirva de guía a hermanos, amigos y compañeros de estudio. Es poseer un eficaz estilo personal de estudiar.

Somos conscientes de la actual crisis de autoridad y de la necesidad de reforzar aquellos valores familiares en los que la autoridad se sustenta, pero queremos mostrar las posibilidades que tienen los padres para conseguir ayudar a sus hijos a desarrollar una fuerte personalidad. Las pautas a seguir: ayudarles a que se conozcan, se acepten como son para que, desde ahí, inicien la mejora que ellos mismos tanto desean. Porque quieren mejorar, ser mejores, aunque el ambiente hedonista, permisivo y relativista que destila nuestra sociedad, no es precisamente el más propicio para que puedan conseguir salir, ellos solos, de la vulgaridad y mediocridad que les rodea. Por esto, al saberse comprendidos y queridos a pesar de sus fallos, ocasionales o continuados, les dan la seguridad que necesitan para emprender el camino hacia el cambio. Cuentan con la ayuda incondicional de su familia.

Pero, ¿Qué hacer con los hijos que suspenden? Cada caso es diferente, por eso hablamos de educación personalizada como el único criterio fiable. Ahora bien, la educación personalizada quiere decir dos cosas: la primera y principal es que quién estudia es una persona y, la segunda, que para prestar una ayuda educativa eficaz deberá estar sustentada en objetivos concretos, personales, los propios de cada uno.

Ya hemos dicho que es imprescindible conocer al estudiante. Los canales por donde recibimos la información serán, en primer lugar, de los padres quienes dan a conocer el carácter, personalidad, hábitos de estudio, actitudes y motivaciones del hijo. Otros datos los aportan las calificaciones y observaciones del centro escolar donde cursan sus estudios, así como por las indicaciones puntuales dadas por los tutores y profesores de dichos centros, respecto a su actitud y comportamiento.

Ahora bien, la atención prioritaria se debe centrar en saber los valores (puntos fuertes) y los defectos (sus potencialidades dormidas) para proceder, desde ahí, a señalar los objetivos educativos concretos. Así, se debe prestar especial atención al orden, la sinceridad, la obediencia y la autoestima del estudiante, pero no en un plano teórico: “lo que dice”, sino en su propia realidad diaria: “lo que hace”.

Otra fuente valiosísima de información la proporciona el propio alumno. El sabe de las dificultades que tiene en cada asignatura, lo que comprende o no, las lagunas (faltas de base) que es consciente que tiene en algunas asignaturas. Y, hay que contar con que en otras, no es tan consciente (depende de si su estudio ha sido básicamente memorístico o reflexivo). Es decir, el protagonista y responsable de sus estudios, el estudiante, es quien nos hablará de sus dificultades reales y la ayuda que desea recibir. De todo lo anterior se deducen, jerarquizándolos, los objetivos educativos, los objetivos de aprendizaje y de mejora para cada alumno.

Con estos objetivos, bien señalados y concretados, el alumno debe ponerse a estudiar. Y, para ser eficaces, se le orientará para repasar y recuperar las asignaturas donde encuentra mayor dificultad. Debe estudiar pensando, para comprender y memorizar inteligentemente los contenidos y así poder resolver los problemas y ejercicios correspondientes. Esta es la razón por la que necesita aprender a estudiar mejor, aplicando las técnicas de estudio sobre las diferentes asignaturas, y desde el primer día. Técnicas de trabajo intelectual que el educador debe conocer y manejar con soltura. Las técnicas de estudio no se llegan a aplicar correctamente si se conocen sólo, en un plano teórico, (existe muchos manuales sobre ello: “así se estudia”) sino viéndolo hacer y aprendiéndolo a hacer el mismo. El alumno las irá dominando a la vez que está estudiando. Por ello, lo importante y primero es que estudie; las técnicas de estudio lo que aportan es que estudian y aprenden de forma más fácil y con mayor motivación.

¿Qué hacer con el hijo que dice que no quiere estudiar?

Conocer los verdaderos motivos.

Para analizar las causas por las que adoptan dicha actitud nos moveremos entre dos casos extremos: quienes sienten interiormente que no sirven para estudiar, que no aprenden, aunque lo han intentado, pero sin obtener resultados. Y, tiran la toalla. Y entre quienes lo dicen como argumento para seguir viviendo una vida cómoda, sin esforzarse, cuya única o prioritaria ocupación es pasárselo bien.

Para el primer caso, bastará con ayudarle a superar las deficiencias reales que tiene y que se agravan al incrementarse su inseguridad. No saber estudiar bien; tener faltas de base que le impiden comprender; no tener la ayuda externa adecuada (por ejemplo, cuando la ayuda se orienta en explicar, una vez más, lo que no entiende y, sin embargo, no preocuparse por conocer el porqué no comprende, ni aprende) Es un grave error privarle de lo único que le va a solucionar el problema de su inseguridad en los estudios: qué sea él el que piense, el que estudie, el que se esfuerce por comprender y aprender lo que no sabe, etc. Claro está que la ayuda a la que nos referimos, estará presidida por la prudencia del profesor – educador, de tal modo que guiará al alumno a estudiar los contenidos que puede comprender y asimilar, enseñándole a estudiar bien y presentándole unos objetivos de aprendizaje adecuados al nivel de su capacidad actual para, poco a poco, al ir incrementando la dificultad de dichos contenidos, vaya desarrollando sus capacidades.

Para el segundo caso, dónde la decisión tomada no está basada en aspectos objetivos, racionales, sino en apetencias egoístas, hedonistas e irresponsables, se tendrá presente que una decisión tomada en función de deseos, de lo que apetece y no cuesta esfuerzo, de un querer hacer lo que uno quiere, sin tener en cuenta a nadie, desobedeciendo a padres y profesores, ocultando la verdad sistemáticamente, etc. es una decisión que no está a la altura de su dignidad humana. Lo es, porque no corresponde con lo que debe hacer, por ser injusto con los demás (la familia, los profesores y la sociedad) pero, sobre todo, consigo mismo. Por ello, por su propio bien, no puede ser consentido. Se debe exigir, con firmeza, un cambio radical de actitud aunque, como siempre, desde su libertad y responsabilidad personal. Esto quiere decir que deberá asumir él la responsabilidad que se deriven de las decisiones que tome.

¿Qué quiere decir esto? Sencillamente que esa actitud negativa tendrá, necesariamente, unas consecuencias lógicas que el hijo está obligado a entender y aceptar. Si no cumple con sus obligaciones, pierde sus derechos. Para ello, es imprescindible que, previamente, los padres se pongan de acuerdo en las decisiones que están dispuestos a tomar. Puede ser muy conveniente contar con ayudas externas: profesores, tutor u orientador familiar cualificado.

Habrá que reflexionar sobre algunas de las medidas que pueden adoptar las familias. Solamente remarcaremos la conveniencia de actuar con la debida prudencia, desde la etapa de la pre-adolescencia. Por ello, conocer en qué emplea su tiempo libre, los lugares que empieza a frecuentar, amigos con los que se relaciona, criterios que defiende respecto al consumo de alcohol, el sexo y las drogas, etc. serán indicadores imprescindibles para prevenir previsibles comportamientos de alto riesgo y que suelen acabar convirtiéndose en casos realmente dolorosos y de difícil solución. La relación entre fracaso escolar y los hábitos materialistas, hedonistas y egoístas, aceptados estos desde la permisividad, está suficientemente comprobada.

  
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